Sin tiempo para pensar (II)

Vuelvo con el tema del post anterior Ecología informativa, otra vez al hilo de la preocupación de otro experto, Nicolas Carr, sobre a dónde van a llegar nuestras mentes cada vez más atrapadas o perdidas en los intrincados caminos de la web. El título del libro: «Superficiales ¿Qué está haciendo Internet con nuestras mentes?. La tesis: se «está erosionando la capacidad de controlar nuestros pensamientos y de pensar de forma autónoma».

Un mundo distraído, es el título de la entrevista que realizó El País a este experto. Una de las frases que abren el reportaje me llama la atención: «El correo electrónico parpadea con un mensaje inquietante: «Twitter te echa de menos. ¿No tienes curiosidad por saber las muchas cosas que te estás perdiendo? ¡Vuelve!».» Me remite a aquel mensaje de «Big Brother is watching you», que impreso por todas partes, recorda a los habitantes de la Oceanía creada por George Orwel de que «el gran hermano» los vigilaba. Aunque, más que a una sociedad como Gran Hermano, para el autor «nos encaminamos hacia una sociedad más parecida a lo que anticipó Huxley en Un mundo feliz que a lo que describió Orwell en 1984. Renunciaremos a nuestra privacidad y por tanto reduciremos nuestra libertad voluntaria y alegremente, con el fin de disfrutar plenamente de los placeres de la sociedad de consumo.»

Carr trata temas de los que ya se han hecho eco otros expertos: la multitarea disminuye la capacidad de concentración y nos aleja de formas de pensamiento que requieren reflexión y contemplación; que actividades como la creación y lectura de libros se ha transformado (le da al libro escrito entre 5 y 10 años de vida antes de que sucumba al electrónico), ya que por ejemplo una herramienta como Google Book, aunque pone libros a nuestro alcance, lo hace en forma de pequeños fragmentos, ya que «no le interesa que permanezcamos horas en la misma página porque pierde toda esa información que le damos sobre nosotros cuando navegamos.» También reconoce que «la capacidad de compartir se ha multiplicado aunque antes también lo hacíamos. Lo que ocurre con Internet es que la escala, a todos los niveles, se dispara. Y sin duda hay cosas muy positivas. La Red nos permite mostrar nuestras creaciones, compartir nuestros pensamientos, estar en contacto con los amigos y hasta nos ofrece oportunidades laborales. No hay que olvidar que la única razón por la que Internet y las nuevas tecnologías están teniendo tanto efecto en nuestra forma de pensar es porque son útiles, entretenidas y divertidas. Si no lo fueran no nos sentiríamos tan atraídos por ellas y no tendrían efecto sobre nuestra forma de pensar. En el fondo, nadie nos obliga a utilizarlas.»

Junto a esto, subraya algo de lo que quizá no somos tan conscientes y es que, frente a la creencia de que nuestra forma de utilizar la web es libre y controlada por nosotros mismos «Tú puedes elegir tus tiempos y formas de uso, pero la tecnología te incita a comportarte de una determinada manera. Si en tu trabajo tus colegas te envían treinta e-mails al día y tú decides no mirar el correo, tu carrera sufrirá.» Y sigue: «La esencia de la libertad es poder escoger a qué quieres dedicarle tu atención. La tecnología está determinando esas elecciones y por lo tanto está erosionando la capacidad de controlar nuestros pensamientos y de pensar de forma autónoma.»

Frente a todo esto, científicos, estudiosos y educadores vindican la meditación, la reflexión y el entrenamiento de la concentración en una sola tarea. La profundización frente a la dispersión.

Un documento interesante en esta línea es el siguiente vídeo en el que Eduard Punset entrevista al biólogo y monje budista Matthieu Ricard. Suena casi extravagante que en estos tiempos de estrés digital desde la ciencia se abogue por «una ciencia de la compasión», basada en la comprensión del otro y poniendo la meditación en el centro de este proceso.

Felicidad basada en la elección para consumir (productos o información) o felicidad basada en un conocimiento más profundo del otro y de nosotros mismos. Ahí queda.

http://www.redesparalaciencia.com/2871/redes/2010/redes-60-la-ciencia-de-la-compasion

 

«Según el biólogo y monje budista Matthieu Ricard, la felicidad no es una sucesión interminable de placeres que terminan por agotamiento, sino una forma de ser. Y si es así, ¿no deberían nuestros hijos aprender en el colegio a ser felices? ¿No es acaso lo que desea cualquier madre o padre de hoy en día? Para permitir aflorar la compasión y la naturaleza buena que todo ser humano lleva dentro, la ciencia está descubriendo los beneficios de la meditación. Aprender a meditar puede ayudarnos a convivir con una mente más clara y más hábil a la hora de lidiar con las emociones negativas y fomentar las emociones positivas.»

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